UC - Críticas
País: Polonia. Año: 2013. Duración: 80 min. Género: Drama.
Dirección: Pawel Pawlikowski. Guion: Pawel Pawlikowski y Rebecca Lenkiewicz. Producción: Eric Braham, Piotr Dzieciol y Ewa Puszczynska. Música: Kristian Selin Eidnes Andersen. Fotografía: Lukas Zal y Ryszard Lenczewski. Montaje: Jarek Kaminski. Diseño de producción: Katarzyna Sobanska y Marcel Slawinski. Vestuario: Ola Staszko. Distribuidora: Caramel Films.
Estreno en España: 28 Marzo 2014. |
Interpretación: Agata Kulesza (Wanda), Agata Trzebuchowska (Hermana Anna), Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Adam Szyszkowski. |
LA BELLEZA DEL DOLOR HUMANO
Sorpresa del Festival de Gijón 2013, donde se hizo con el premio a la mejor película, ‘Ida’ se presenta como un inesperado regalo agridulce de una belleza formal inaudita y una narrativa humilde para abordar con gran sutiliza un tema especialmente traumático para la Polonia donde se desarrolla el film. Con un exquisito blanco y negro y una tranquila pero poderosa secuenciación dramática ‘Ida’ arrastra al espectador desde la quietud de un convento hasta una convulsa road-movie histórica a través de los ojos impertérritos de su protagonista.
SINOPSIS: Anna (Agata Trzebuchowska) es una joven novicia que cuando está a punto tomar sus votos para entregarse al convento descubre la existencia de un familiar, una tía suya, que quizá pueda arrojar algo de luz sobre sus orígenes y su familia. Ambas emprenderán un duro viaje por la Polonia de los sesenta hasta desenterrar un oscuro secreto que se remonta a la ocupación nazi.
Acostumbrados a un acercamiento genérico e internacional al horror del Holocausto, tenía que ser una película polaca la que abordara el tema desde una óptica necesariamente personalista e individual que asombrosamente había pasado desapercibida. ‘Ida’ viene a hacer justicia poética sin pretensiones, con una narración contenida y una secuenciación austera y sutil que choca con la crudeza de la historia subyacente. Su bellísima fotografía en blanco y negro, sus largos planos deliberadamente desencuadrados y su milimétrico desarrollo convierten a la película en una experiencia fascinante a la deriva.
Para sobrellevar una historia nada complaciente que, más que un canto a la vida, parece un grito ahogado repleto de frustraciones, supone un gran acierto la construcción de unos personajes femeninos dicotómicos que merecen mención a parte: el de Anna, presentado con una sorprendente contención melancólica por Agata Trzebuchowska, y el su tía Wanda (Agata Kulesza), una mujer feroz pero amargada hecha así misma en época comunista. A ninguna de las dos se las priva de generosos primeros planos en contraposición con largos paisajes desérticos grisáceos dejando claro que, a veces, el mayor vacío es que el guardamos en nuestro interior.